domingo, 28 de marzo de 2010

Blablablaaa...

Odds, tengo dos cosas que preguntar: una, ¿qué haremos respecto a lingüística: estudiaremos en la semana o nos repartimos los temas aquí y hacemos estudio intensivo, lunes, martes y mirércoles que no tendremos francesas?? Alguien dígame!!!
Y dos, ya tengo los libros scaneados, ahora, los voy a mandar por mail, trataré de que no pesen mil cuatro mil millones de... de... bueno, que no pesen xD (tanto), y pues por favor manden los que ustedes se llevaron.
Por su atención, gracias.

Quejas y sugerencias a:
Mestresalinguïstica.comotambiénargel/odd_hendel

domingo, 21 de marzo de 2010

La rebelión de los morados

Hola, queridos Odds!!!
En medio de un montón de ideas románticas, consideraba la posibilidad de un suicidio en masa (o sea yo y mis deprimidas neuronas) y quería saber si no se animaban? No, I was joking, la verdad es que quería proponerles una cosa y también me dieron ganas de postear un cuento profético que tenía por ahí guardado, para que vean que no soy tan buena como Mara les hizo creer XD.
Punto número uno: El martes hay función doble de películas de lobos en la cineteca (pagas uno y ves dos). La primer película The Howling -Dir. Joe Dante, EUA, 1981- empieza a las 11 (ese es el problema) pero la segunda, The company of wolves -Neil Jordan, EUA, 1984- es a las 12:45 y según entiendo, sí pueden verla conmigo y hacerme feliz; así que si les late, pues yo los veo por allá... de cualquier modo, es probable que los vea mañana en arquiternura y pues ya veremos...
Punto número dos: Este cuento es una jalada: uno de mis múltiples intentos fallidos por escribir ciencia ficción y formaba parte de una novela (stuff tipo Crónicas marcianas) que nunca terminé y tampoco me dieron muchas ganas después de las críticas recibidas... Aclaro que lo escribí antes de ver 12 monos, no soy tan pirata... y pues espero que les divierta aunque sea tantito... espero sus quejas y etc etc etc.
La rebelión de los morados


9 de junio de 2109. La compañía semillera Miahcorp ha desarrollado una berenjena transgénica. La nueva variedad contiene el gen cry1Ac, que otorga propiedades favorecedoras para el tratamiento de enfermedades cardiovasculares, degenerativas, el cáncer, entre otras. Esta variedad se empezará a probar masivamente en América y serán evaluados sus efectos. El CRAIG (Comisión Responsable de Anuencia en Ingeniería Genética), máximo órgano regulatorio en temas de biotecnología, autorizó un ensayo de campo a gran escala.

Periódico El Universal. Nueva República Latinoamericana, Cd. De México.

Cuando éramos pequeños, Laurif, su hermanita Eeru y yo, acostumbrábamos jugar bajo las coladeras para buscar monedas y usarlas para comprar caramelos de mostaza. A veces, cuando Laurif andaba de humor, también solíamos cazar esas feas ratas de tres ojos y meterlas por las tuberías de la casa del señor Sergei, un viejo ruso malhumorado que llegó al país poco antes de la Gran Guerra. Aunque eso fue antes, hace tanto tiempo. Ahora tenemos que escondernos bajo las coladeras para que no nos encuentren, para que nos olviden.
Irónico: hace poco menos de un año ellos nos temían a nosotros.

Al final de la batalla, se comenzó desde cero; después de todo, ya no había algún país fuerte que existiera al final del océano, más que una América que había permanecido extrañamente unida ante el caos, lo cual constituyó para muchos de nosotros la creación de una utopía.
Sin embargo, detrás de cada gran cruzada siempre quedan heridos. El hambre y la enfermedad se propagaron con rapidez. El problema más grande radicaba en que un nuevo virus de inmunodeficiencia letal, de propiedades desconocidas, actuaba de modo que la infección se propagaba a través de cada secreción del cuerpo, por mínima que ésta fuera, y actuaba tan rápido que la muerte resultaba inminente en cuestión de semanas… o de días.
Tan sólo con tocar a un infectado se terminaba todo.

La cosa no es sencilla. Encontrar algo qué comer aquí abajo, aún cuando los animales rastreros se han vuelto parte de nuestra alimentación diaria, nunca es fácil. Laurif y yo nos encargamos de distribuir las raciones y controlar a la población. Eeru escoge grupos de cinco personas, al menos una noche a la semana, para buscar comida en almacenes, bodegas o lo que encuentren. Creemos que en la oscuridad es más sencillo escondernos de ellos.
No siempre regresan todos los que se van… o no regresa ninguno; a veces simplemente regresan, pero sabemos que ya no son ellos y tenemos que eliminarlos.
Lo único bueno de todo esto es poder descansar junto al cuerpo tibio de Laurif, a pesar de los terribles gritos que se escuchan arriba. No todos tuvieron tiempo para esconderse en los pasadizos subterráneos cuando comenzó la catástrofe… y no podíamos tomarnos la molestia de avisar a nuestros conocidos sobre el improvisado plan.
Ahora cierra los ojos, pero no le creo, no está dormida; ella también escucha los gritos, el sonido de otra de esas malditas bestias al arrancar y tragar la carne de su víctima, sus vísceras, su cerebro.
Lo sé, yo también puedo escuchar todo como si estuviera sucediendo aquí, dentro de mi cabeza.

Comenzó la cacería. Todos los enfermos fueron trasladados a campos de concentración en zonas desérticas, mientras los científicos encontraban una cura. Al menos eso dijo el gobierno. En el fondo, todos sabíamos que sólo esperaban su muerte, así erradicarían todo mal. Así terminarían con todo; a fin de cuentas, eran pocos comparados con los millones que eliminaron durante la guerra.
Tras años de estudio y miles de muertes, descubrieron una especie de solución orgánica derivada de berenjenas genéticamente alteradas que, mezclada con sangre de ciertos animales, evacuaba la enfermedad del cuerpo humano y evitaba que éste volviera a adquirirla.
Fue probada en pequeños grupos que reaccionaron favorablemente. El único inconveniente hasta entonces era que su piel alcanzaba un tono morado. La hipótesis de los científicos era que se debía al fruto del cual se había obtenido la cura. Fuera de ello, no había ningún otro problema…

El último niño que quedaba en el refugio murió ayer. Era de esperarse; tenía seis años y había sufrido mucho con la enfermedad. Su madre decidió suicidarse, así que escapó de la alcantarilla. Laurif trató de detenerla mientras subía, pero ésta le pateó la cara y finalmente salió. No escuchamos un sólo un grito, pero estuvimos seguros de que había muerto cuando uno de sus ojos verdes cayó sobre mi cabello.
Vomité.
Soy un hombre valiente, soy un hombre valiente. Entre más lo repito, más pierde el sentido. Laurif, ¿me escuchas? Soy un hombre valiente, soy un hombre valiente…

No pasó mucho para que perdieran el juicio, su humanidad. Escaparon de los campos de concentración y empezaron a comer carne humana, a terminar con todo, con lo que quedaba de la civilización.
Podemos escondernos, pero ellos encontraran la manera de atraparnos, no son tan estúpidos. No obstante, eso no es lo peor. Descubrimos que el brote del que partió todo no había sido extirpado por completo.
Ahora nosotros estamos contagiados.

Poco a poco todos moriremos de hambre, asesinados por ellos o por el virus, qué más da. Me pregunto de qué modo avanzará el tiempo cuando la raza humana se termine.
No lo sé.
A quién engaño... yo no soy un hombre valiente.

lunes, 8 de marzo de 2010

Aqui, sin poder sacar el stress con violencia deportiva...

Pues como les habia comentado, la operación es practicamente segura, todavia no hay fecha, ni si quiera he ido al ciujano para valoración, pero ya saben como es el seguro, a menos que te estes muriendo tienes que hacer todo el tramite burocratico. Y bueno, con esto vienen un par de limitaciones en lo que son peras o son manzanas:

1º Evitar sobresfuerzos en el abdomen superior, osea, ya me chingue por que no conozco deporte que no use el abdomen. Igual y despues que me vea el cirujano llegue a poder usando una faja, vendandome o algo asi.

2º Les comente alguna vez mi famosa dieta que nunca seguia? pues ahora si la tengo que seguir, adios cafe, chocolate, mostaza y todo lo bueno de esta vida, al menos en las cantidades que acostumbro, y del alcohol ni hablar, abstemio hasta nuevo aviso, justo cuando me empezaba a gustar.

Pues de momento no hay necesidad de preocuparse, sigo en pie, y no se pa' cuando me operen, cuando ya tenga la información les digo para que vayan a visitarme aun que sea para burlarse de mi, pensaba hacer reunion en mi casa para mi cumple, cae en viernes igual y si, yo les aviso, yo me la pasare con agua de horchata mientras ustedes se embriagan.

Pues nos estamos viendo, igual y me aparezco el miercoles, todo depende de como queden mis citas con el doctor.

cuidense.

viernes, 5 de marzo de 2010

Los Amantes (In That Substandard Motel)

hey there!!
Pues bueno, hoy con depresión por no ver Alicia, medicamentos para mi sore throat y mi felicidad aún no superada (weird, estar felizmente deprmida lol) , mi mente se relajó y me puse a escribir, así que si gustan leerme háganlo, si no..pues no xD, y si sí, pues comenten ¿no? duh....
luv you all, odds.



Los amantes (In That Substandard Motel)

Muy seria, joven y elegante, no era capaz ¡cómo podría! unos decían. Arrogante. Mucho. Pero ¿cuándo la belleza se ha apartado de su mejor compañera? Rara vez, meditaban otros. ¡Él era el culpable! ¡Él! ¡Él!, señalaban otras manos.
¡Orden!
La sala permaneció en silencio y el fiscal llamó a testificar al primer testigo –a quién nos referiremos como Señor Sazo, a petición del mismo, con el único propósito de salvaguardar el anonimato de tan valiente persona –. ¿Dónde se encontraba aquella noche? Preguntó con su estridente voz el fiscal, escudriñándolo con la mirada. Tembloroso, el Señor Sazo respondió que no recordaba, que ni siquiera conocía a aquella pareja desquiciada. No esperaba que conociera al hombre, indicó el fiscal, pero sí a la mujer, y, con toda la sutileza que pudo, le recordó que lo mejor para él era cooperar o de lo contrario se encargaría de abrir un caso acerca de los turbios sucesos que en su más que deficiente motel se daban con su pleno conocimiento.
Así que la historia era esa. Sí la conocía. Esa mujer seria, joven y elegante no podía pasar desapercibida en un motel como el del Señor Sazo. ¿Cómo habían llegado? No en auto. No sabía cómo habían llegado, su recién recuperada memoria sólo le permitió retroceder al momento en el que ella y su acompañante habían pedido una habitación, minutos antes de la media noche, diez, cinco minutos, pero media noche. ¿Quién la pidió? Él la pidió, ella ni siquiera pronunció palabra. Les dio la llave del 105 y les indicó cómo llegar a ella, el hombre dio las gracias y él y la mujer avanzaron hacia las escaleras y los perdió de vista. Fin del asunto. Nunca supo a qué hora se suscitó aquello o a qué hora la habitación fue abandonada.
El Señor Sazo se sintió muy aliviado de dejar en su lugar ahora a Ryan Pérez –“el Rallan Pi”, como dijo que sus amigos le decían y señaló que cualquier persona presente podía sentirse libre de hacer lo mismo, comentario que fue ignorado cortantemente por el fiscal –, taxista. ¿Conocía a la mujer? Tal como conocerla, no, fue la respuesta, pero había llevado a la pareja al inmueble del Señor Sazo. ¿Qué había hecho después? Circuló por la zona alrededor de media hora y percatándose del poco provecho de la acción, dio vuelta y pasó por la misma calle donde había dejado a sus previos pasajeros. ¿De qué se había dado cuenta? La misma mujer, esa que estaba en frente de él en ese mismo momento, ella, sí, sí, ella, estaba sola parada sobre la banqueta, bolso colgando y polvo compacto en manos. Le preguntó que si el asunto había tardado tan poco y si necesitaba transporte de nuevo. Recordó la mirada de la mujer observándose en el espejo, y su perfecta y disimulada sonrisa, y su arrogancia al mirarlo a él, pero eso no valía la pena mencionarlo. ¿La transportó de nuevo, entonces? Así había sido, sí. La llevó a Insurgentes Sur, y después de pagarle los ciento tres pesos –que había marcado su taxímetro con tarifa nocturna y que habían sido pagados con un billete de quinientos para el que no tuvo cambio, mismo que tampoco había sido pedido –, la había bajado en Francia y hasta el presente día volvía a saber de ella.
¿Qué dice usted al respecto? Dijo el fiscal cuando la señorita Marieta Icurriña, seria, elegante y con un gesto que le robaba jovialidad, estuvo sentada donde minutos antes había estado Ryan Pérez. Su defensa ya no podía hacer nada por ella, sin embargo la ley le otorgaba el derecho, el privilegio –por ser ella – de defenderse y dar pruebas de sus palabras. ¿Motivo de aquel encuentro? Negocios. Estrictamente negocios. ¿De qué tipo? ¡Personales! La conmoción en los presentes no se hizo esperar. El fiscal miraba al jurado pero señalaba a la señorita Icurriña, porque ella, seria, joven y elegante, había asesinado a Bernardo M. del Pino. Serena, firme y con la misma sonrisa que el joven Pérez la había recordado, sacó su pañuelo de la manga de su sacó color crema para secarse las gotas de sudor que aparecieron en su frente. Con toda delicadeza lo dobló y lo devolvió a su lugar. ¡Debía reconocerse que un crimen había sido cometido y que los apellidos no importaban! indicó fervientemente el fiscal. ¡Él era el culpable! ¡Él! ¡ÉL! Volvían a gritar los allegados de Marieta.
¡Silencio! ¡Silencio!
¿Acepta que fue usted la que persuadió al señor M. del Pino a tener ese encuentro en un motel de mala muerte, que lo sedó y que lo apuñaló hasta dejarlo sin vida esa misma noche? Lo aceptaba. Para qué negarlo. Un crimen con muchos defectos, y claro, debía haberlos debido a la ineptitud de la victimaria, decía el fiscal satisfecho con su actuación, pero la razón aún permanecía oculta. ¿Qué había sido, señorita Icurriña? ¿Acaso su amante quería hacerle saber a su prometido la relación que tenían? ¿Por cuánto tiempo lo ocultaron? La sonrisa seguía en su lugar. Marieta Icurriña levantó la mirada y dijo simplemente que aquella pregunta la debía contestar su prometido, puesto que ella había actuado en cuanto supo lo que pasaba. Era culpable, había asesinado a Bernardo M. del Pino, pero no por alguna de las suposiciones estúpidas del fiscal. Bernardo no había sido su amante, era el amante de su prometido.
¡Él era el culpable! Gritó señalando impetuosamente a su prometido, que ya salía a paso rápido de la sala. ¡Él!
There was a terrible crash.

jueves, 4 de marzo de 2010

Liquido

Well oddsociety... aqui está el cuento que yo mandé a punto... ojalá Gabriel y Asura hagan lo propio!!! n_n So long!


El techo se escurría por las paredes. Era como si todo se hiciera más pequeño mientras mis ganas se apagaban. El aroma a tabaco que se impregnó desde hace años en mis manos y dejó completamente amarillo mi dedo anular, era el olor de toda la habitación.
Minerva tenía la piel clara y sus ojos parecían hundirse en las pestañas cafés que los enmarcaban; en sus hombros retozaba el principio y el final de los sueños. Yo seguía en la misma silla giratoria. Mi cabeza estaba repleta de volutas transparentes que no dejaban a mis pensamientos fluir del todo. Dentro de cada idea se mezclaban los sinónimos de la mujer que dormía en la habitación; mientras yo seguía estático con el cigarro ahogándome más que la ansiedad, pero sin gana alguna de detener su consumo, todos sus nombres inventados por mi ocio, que ahora era menos, descansaban en mi insomnio preocupándose por nada, que no fuera el reloj del escritorio y sus números rojos avanzando como amenaza sobre todas las horas que no dormía.
El tiempo parecía ir más rápido cuando cerraba los ojos y me encontraba con el sabor cítrico que tenían mis pesadillas al verme de frente. El techo seguía contrayéndose líquido, lleno de minutos sobre el escritorio. Yo lo aludía a la falta de los medicamentos que no había tenido tiempo de comprar, o al exceso de trabajo en el que llevaba viviendo desde el inicio del proyecto. Mi dedo índice estaba congelado en el segundo en el que la madrugada me encontró haciendo bolas de papel con los planos y temblaba maliciosamente por lo que mi pulso se mantenía inestable. Mis labios estaban completamente secos a causa del café y la tensión atormentaba una a una las neuronas dentro de mi cabeza, que podía sentir reventarse por las comisuras cerebrales.
No conseguía terminar los planos; había trazado la misma línea del alzado demasiadas veces antes de darme por vencido, caminé por el pasillo; mis ojos parecían arrastrarse sobre el piso desde la esquina del estudio, hasta la puerta donde brillaban los números del microondas. Entré a la cocina, caminé tres pasos hacia el estante donde los vasos terminaban con la pared.
Tenía todo calculado; el borde, la hoja lisa, el remarque exacto y el sentimiento de vacío que debía provocar el mirar a través de la ventana, colocada a tres metros del piso en una escala reducida sobre el ático. El plano se dibujaba en mi cabeza con las mismas líneas verticales y horizontales medidas a precisión, estaba acabado idealmente pero no lograba trazarlo.
Tomé una taza que introduje al microondas. El zumbido de mi cabeza permanecía estático en el punto entre mi sien y mi frente; entonces me serví en un vaso tres cuartos de líquido, el agua se mezcló con mi saliva en la garganta cuando escuché la respiración de Minerva levitar en el aire desde la recámara. El ruido lograba hacerme sentir invitado a descansar junto a ella y tirar hacia algún lugar calcinante a la horda de lápices que permanecían casi sonriendo en la lata del escritorio; ellos sabían que estaba ocupado, por eso no cesaban las muecas ridículas que los hacían parecer caricaturas de mi propio miedo atascadas y afiladas una tras otra junto al reloj.
Había un sonido grave de vacío en mi oído izquierdo y mi dedo índice temblaba aún. La hoja seguía tan blanca como al principio, igual que todas las ideas lineales que se paseaban por los periodos de lucidez en mi cabeza.
Afuera, el mundo parecía más brillante, terminado. Con sus bordes marcados y sus finales nítidos. Las nubes deambulaban oscuras sobre el cielo y mis ojos inflamados rogaban por poder quedarse fuera del cuarto donde el tiempo se contraía.
No me quedaban más que algunas horas, llevaba trabajando en esto más de una semana y los planos estaban casi terminados, excepto por el último pliego; el del tercer piso del lado oeste, donde el ático parecía desvanecerse y hacer polvo mis progresos: la ventana hacia el jardín. Era ella el problema. No parecía tan concluida como todo lo demás, era un punto ciego en el panorama, no era posible para mí dirigirla hacia ningún lugar, pero no podía prescindir de ella.
El haz de luz pálida que proveía la ventana sublimaba mis ideas para convertirlas en sueños. A través de ella se salía todo lo demás que parecía entonces mal hecho, como si el conjunto sólo perteneciera a esas líneas en ese lugar preciso y sin esa ventana bien colocada todo se volviera un sueño que no podía ser trazado, sólo una sombra.
Justo en el momento en que hacía conclusiones sobre la luz en la ventana del plano, escuché los pasos de Minerva salir de la cama, sobre la duela los crujidos eran una solución de sonido sin ritmo, que quedó en silencio al llegar a la alfombra del pasillo; entonces imaginé sus pies casi reptando con pasos que intentaban, sin lograrlo, ser iguales uno tras otro, hasta llegar al marco de la puerta donde yo trabajaba.
Volteé como por impulso cuando percibí su sombra a la entrada de la cocina iluminada por los números del microondas. La conjunción de la ventana, de la luz y de las líneas estaban del otro lado de la puerta, entonces se abrió y un haz blanco atravesó la cocina, para llenar de luz mi estudio; mis ojos no podían ver sus pupilas hundidas en las largas pestañas marrones ni sus labios, más afilados que de costumbre.
Sus manos largas sostenían con las uñas enterradas un lápiz enorme que, con una sonrisa cínica, me atravesó por el centro de la frente. El dolor llegó a mi cerebro en segundos y los colores del plano se esparcieron en la habitación que perdió los bordes y se llenó con cuadros perfectos. Todo a mi alrededor desapareció tras el sonido del microondas que avisaba que mi café estaba listo.
Cuando abrí los ojos, ya había amanecido, yo permanecía en el mismo sitio sobre el último pliego inconcluso. Minerva seguía existiendo sólo en mis sueños, como una alegoría terrorífica de la perfección inalcanzable y los lápices de la lata habían dejado de reírse para dar paso al vacío en el pecho y el dolor en el centro de mi cabeza, que se sentía al mirar al través de la corta ventana del ático, que tenía de frente.

La niña abrió los ojos, y dejó de hablar. El hombre vestido de negro la miró de frente como rara vez pasaba en ese tipo de lugares. -¿Con qué lo relacionas?- preguntó el hombre con voz seca a la niña que estaba aún acostada en el sillón rojo de la sala.
Ana quería levantarse, ese lugar le causaba más frío del habitual, aunque en la primaria todos se alejaban porque aún a medio día y bajo el sol sus manos siempre estaban frías. A ella no le importaba, pues sus viajes a la realidad se hacían más cortos cada vez y justo cuando algo estaba por llamar su atención su imaginación creaba un nuevo escenario.
El golpe en la cabeza que su madre le había dado contra la pata de la cama cuando su esposo las abandonó, causaba en la niña lapsos de pánico, de olvidos y de terrores nocturnos en los que soñaba una y otra vez con ataques de sus juguetes, lápices e incluso de su comida cuando estaba sola en la habitación que tenía en el ático de la abuela.
-¿Relacionarlo? ¿Qué? Mi padre también es arquitecto como yo, él solía decir que las paredes se contraían cuando trabajaba demasiado. -¿De qué estaba hablando? ¿Dónde está mi mamá?, papá volverá a casa esta noche, ya no puedo estar aquí – Dijo Ana, mientras abrazaba más fuerte a Minerva, la muñeca con pestañas enormes que su padre le había dado la noche de su cumpleaños; un día antes de desaparecer.
Tinta Endeble

The Odd Survey! ¿Por qué las chicas de las películas (Dr. Jekyll and Mr. Hyde) Nunca saben que el monstruo está tras ellas?